sábado, 19 de marzo de 2022

Unos versos para la magdalena

Ahora que ya no estás es más fácil imaginar los diálogos. Es más fácil así porque voy perdiendo el recuerdo, hace meses que no nos vemos y mi realidad sobre ti se basa en los trocitos que fui recogiendo al marcharme. Porque es difícil conocer a alguien y saber lo que piensa cuando no está en tu día a día, aunque es curioso el volver a comportarse igual cuando nos vemos.

Pienso mucho en ti, me alegro cuando llegan noticias tuyas y agradezco los detalles. No hablamos desde que sucedió aquello y, aunque tengo la sensación de que queda una conversación pendiente, también tengo la certeza de que nunca la tendremos. Hay ciertas cosas que no hace falta hablar, que duelen más que aclaran. Y aunque todos preferimos la verdad a nadie le gusta el dolor. 

Espero que estés bien. Ya no sé si ves el mar al levantarte. Si sigues pensando en viajar o empezar a recoger pinzas de la ropa. La última vez que te vi estabas de paso, supongo que bien, porque ya no hablábamos de nada relevante ni nos contábamos cómo estábamos o nos sentíamos. La última vez que lo hicimos estábamos abrazados en la parte de atrás de un Ford Fiesta y me decías que eras mala persona por estar haciendo daño a sabiendas a alguien a quien querías. Y yo te decía: "No eres mala persona. Salvo grandes excepciones, no existen buenas y malas personas, solo que hay veces que no actuamos de la mejor manera posible". Tú frunciste el ceño y esbozaste esa sonrisa que ponías cuando te contaba algo que te cuadraba aunque te gustase tildarme de peliculero. Aceptaste la réplica y nos quedamos un ratito más hasta que volviste andando a tu casa. Ahora pienso mucho en esos momentos, me pregunto si sigues pensando que eres mala persona igual que lo siento yo ahora y si ambos lo seremos realmente o efectivamente llevaba razón y tan solo hay veces que no actuamos de la mejor manera posible.

Llevo días pensando en todo después de un tiempo desconectado del tema. En las semanas de después, en los meses de antes. Lo que me sorprende es que nadie se diese cuenta de que algo iba a pasar. Y no hablo de eso en concreto, sino del tipo de relación que nos unía a todos y cómo nos comportábamos los unos con los otros. Algunos parece que han querido cerrar los ojos para no asumir lo que hicieron mal. Por mi parte está todo perdonado. Y pido perdón por el daño que hice.

Yo estoy bien. Lo más curioso es que mi vida no ha cambiado tanto. Supongo que eso ha sido una de las cosas más tristes: darse cuenta de que el asunto no era tan importante. Por lo demás voy haciendo y deshaciendo, probando y desmontando. Ah, ¡ya no hay banda! Tuvimos el concierto de despedida allá por... ¿noviembre? Estamos bien, era necesario y ninguno era feliz. En cuanto al diseño, ya soy indefinido en el curro y estoy terminando el máster. Tengo una oferta del extranjero que no sé si aceptaré: les pedí aplazar la decisión a junio. Es uno de los motivos que hizo que me acordase de ti, una conversación en la que me contabas que te asustaste a tí misma mirando casas con veinticuatro años y dijiste... ¡Me voy! Lo único es que yo no tengo nada de lo que huir, aunque tampoco mucho por lo que quedarme. Así que ya veremos en verano. A veces creo que llevabas razón y necesito una señal para hacer las cosas y, sencillamente, las señales no existen. Tampoco me inquieta.

Espero que estés bien. De verdad. Sé que algún día leerás esto y espero que no busques aquí respuestas sino un lugar en el que saber que lo último que me hubiese gustado darte es un abrazo. Por cierto, nuestras madres siguen siendo amigas, ¿qué me dices? A mí me sigue pareciendo raro, aunque me alegro de que se tengan cariño igual que ellas a nosotros. Estoy seguro de que sigues transmitiendo tus ganas contagiosas de vivir y, aunque ahora tengas lo dientes rectos, conservarás esa sonrisa de niña con ojos grandes y marrones que tiraba piedras a las farolas.

Cuídate mucho. De ti, sobre todo.

Un besito enorme,

Carlos