Solía pasar las horas besando el techo
como una sala de espera sin turno
un niño sin patear una pelota
esperando un amigo zurdo.
Porque no siempre el zumo es de uva
y a veces el humo nos espía
haciendo del día un tren
que no llega entre la espuma.
Pero no todo es malo
la lágrima y el halo de la ventana
esperan mañana verte aparecer
como si no supieran que estás invitada.
Y hallarán la cotidianidad
la palabra y el brindis
que bien podría ser la doblez de una sábana
que estirarás con tu costado.
Llevo la razón por suerte y castigo
las ganas de verte llamando a la puerta
que abriré con los labios mirándote
y tus manos sobre mis manos.
En realidad no tengo nada que ocultar
un truco de trilero subido a una noria
alguna historia digna de novela latinoamericana
que Macondo habría contado mejor.
Todo lo que tengo que ofrecer es mucho
un discurso precioso lleno de incoherencias
un planto caliente en la mesa
el beso en la frente después de la manta.
Pero, si todo sale mal,
contaremos que construimos un iglú.
Todo lo que sé, tú ya lo sabes
no te preocupes por los pájaros del sur.