miércoles, 28 de junio de 2017

Vuela

he perdido la noción
del tiempo. ya no soy
capaz de contar la historia.
tal vez la esté olvidando,
y eso quiere decir que
no existe, porque sólo
lo hace mientras
alguien recuerda.

he olvidado sin quererlo
la magia, como se iluminaban
avenidas a tu paso.
como le contaba
a la gente de tu existencia.
yo lo había visto,
no era ficción,
no había truco.

mis palabras, que siempre
acabaron enterrándome.
mis actos, que nunca
se acercaron a lo exacto.

lo siento, pero aquello
que te dije después
de leer Zafón, no
ha dejado de ser cierto.

todo lo mío,
es tuyo.

menos los sueños.

y aunque no tenga muy claro
si es bueno o malo,
vivo por
y para ellos.

lunes, 19 de junio de 2017

Lugares de regreso

He vuelto a Santander sin ti.
Recorrer los mismos lugares
se ha convertido en una inquietud
casi enfermiza.

He paseado frente a la oficina de correos
a la que fue destinado mi bisabuelo.
He vuelto a imaginar a Sagrario corriendo,
con esa inocencia que sólo conservan los niños,
por la calle Cervantes.

He vislumbrado desde lejos la heladería
en la que terminamos juntos
el viaje.

No sé por qué pero he decidido
convertir en costumbre aquello de liarnos un porro
en la playa de los peligros.

Observar embobado el mar con la fumada
y que nadie me vea llorar.

Así es más fácil
ahora
que ya
no estás.






miércoles, 14 de junio de 2017

Gracias

en la oscuridad de mi habitación
suena de fondo Quique.
intento buscar algo que ya encontré.
o algo así,
me digo.

tengo pocas certezas y muchos ojalás,
la lista interminable de posibles
ronroneando sobre la linea de vida.
las ganas intactas para luchar por algo,
el incesable martilleo de la vida
sobre nuestras conciencias.

a veces valoro objetivamente
tu viaje de no regreso.
vuelve el baile de lagrimas
a pisar mis zapatos rotos.
se asoma el diablo a la ventana
para recordarme
que ya vendí mi alma
en un cruce de caminos.

es mejor así,
me digo.
libre y a salvo de los fantasmas.
poseedora de una felicidad que creíste perder,
y, que en realidad,
se escondía en tus pasos.

de ti aprendí el camino.

creo que ese es el mejor motivo
para no estar triste.

(gracias)





viernes, 9 de junio de 2017

Arquitectura

Sentirse libre como sinónimo de vida
el complejo amanecer de las cosas.

Desde hace un tiempo a esta parte vengo pensando
en los días que me quedan. Los ya pasados.
El inquebrantable paso del tiempo.
La lluvia oscura sobre este manto que es mi tristeza.
Recuerdo como una conjura a mi abuelo en el campo,
a mi padre feliz sonriéndole a la cámara.
Nunca fui un niño triste:
pataleaba como el resto al balón,
trasteaba con los juguetes que acumulaba por el suelo
e incluso me llegué a entristecer
cuando me enteré de que los reyes magos
ni eran reyes, ni magos.
Tengo la sensación de que siempre lo supe.
Tengo la sensación
de que ya sabía de su no existencia y eso
alimenta la extraña teoría
de que nos autoengañamos como método
para sobrevivir.

Es como la vida misma: acostumbrarse a la mentira
y tener que aprender a (con)vivir con el horror
de ahí fuera.
Resoplamos y nos lamentamos, pero siempre queda
una miga de injusticia que no conseguimos digerir
aquí dentro.

De pequeño siempre soñé con ser arquitecto.
Amontonaba mis ideas en bloques de LEGO
como si de mi propio futuro se tratase.
Creo que me di cuenta tarde, tal vez no supe interpretar
que mi momento de disfrute al levantar
castillos de arena, fuese verlos caer.
Tirarlos abajo
usando las manos, los pies,
la boca.

Ahora lo veo como una metáfora de mi vida,
de niño creí querer levantar castillos
pero mi verdadero placer era verme en el suelo
rebozado en arena y mar.
Nunca lo vi como un problema,
más bien como privilegio
al que he tardado en acostumbrarme.

Tengo la extraña sensación,
de que crecí y la vida siguió su cauce.
Alimenté mi mundo de ilusiones,
aprendí, reí, lloré.
Lloré.
No tengo muy claro en qué momento
comencé a hacerlo demasiado.
Más de la cuenta.

Perdí el rumbo, ni siquiera
encontré el camino.

Por supuesto que no he dejado de andar.