Hay veces que no sé
cómo agotar esta desmedida desmesura.
Intento calmar mi cuerpo y pensar.
¿En qué debería pensar?
He dejado de escribir:
disfruto más de tu presencia
que del clickeo del teclado
dando patadas a la poesía.
Yo no soy poeta.
No mido el acierto de las palabras,
ni encuentro inspiración
en la tristeza de una despedida.
Tampoco quiero coleccionar
un harén de poemas con olor a tabaco
hablando acerca del último día
que compartimos juntos.
(porque no quiero que dejemos de compartirlos)
No me atrae la idea de subir
a un escenario a proclamar al cielo
el fin del amor.
Ni siquiera ver un libro
con mi nombre
sobre la estantería.
No quiero ser poeta,
ni amar por encima de mis posibilidades,
sino de manera cotidiana
y sonreír al verte despertar.
El único motivo
por el que querría ser poeta
sería para escribir en la dedicatoria:
Para Ale
Y eso ya puedo escribírtelo en cualquier nota
que dejaré escondida en un sitio estratégico
para que puedas hallar mi amor
cuando no estemos juntos
en cualquiera de nuestras dos casas.