Es en días como hoy en los que pienso
que es distinta la medida de tus pasos.
No lo entiendo y me pregunto si es verdad
que es igual para los dos 3000 kilómetros.
No es igual quedarse que hacer maletas,
que prestar atención al tiempo de otras ciudades.
Es distinto esperar el regreso que querer regresar,
Siempre que el que se va no pregunte en voz alta
si de verdad quiere regresar.
Entonces es más distinto todavía.
No es igual llenar un auditorio ajeno con tu voz
que regar las plantas que los dos olemos.
Es distinto cuando también recoges
los bártulos depositados por las prisas
del que llegó rápido y se tuvo que marchar
más rápido todavía.
Es distinto cuidar la casa que deshacerla.
Ayuda a sentirla como ajena:
un lugar de paso en el que solo
esperas un nuevo acontecimiento.
Es cansado el oficio del que espera,
escuchar las historias de fuera porque aquí
todo sigue como siempre.
Hoy he fregado los cacharros que te tocaban,
me he enfadado al ver tus zapatillas por medio.
Casi no respondo al recoger tu colada a medio hacer.
No es lo mismo marcharse que quedarse,
querer a desearlo.
Ni siquiera es lo mismo estar,
a más de 3000 km,
en la terraza de un piso en Carabanchel
que en un hotel de paso.