Si algún día me perdí,
fue más por intentar encontrame
que por perdido.
No debí cruzar caminos,
ni sembrar flores en un campo
prohibido por las palabras.
Vale más un pan horneado
que cualquiera de las historias
que aún tengo por contar,
pues no son gloriosas ni vengativas,
sino tiernas y esperanzadoras
como la miga que se deshace
entre los dedos de una abuela.
El lobo siempre es malo
si sólo escuchamos
la historia de las ovejas.
El tiempo nunca pasa
si ningún quehacer
ocupa las horas.
Ya no puedo comprender
la magnitud del árbol
ni teñir de rojo
alabanzas y riñas olvidadas,
sino intentar creer de nuevo
como si fuera un hombre
rezándole al sol.
Mirad como ríen los niños,
a las madres tejer la hermosura.
Al padre que besa y se acuesta,
al tendero subir la persiana.
Todos son motivos suficientes
para creer de nuevo.
Aún tenemos tiempo
y suficiente tierra mojada.
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